José Saramago, escritor portugués.
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martes, 27 de mayo de 2008
Estas son palabras de José Saramago.
El problema del poder será la preocupación más grave en este siglo que acaba de comenzar. A la mayoría de nosotros nos educaron para creer que el poder estaba concentrado en la autoridad política - gobiernos, presidentes y primeros ministros - y que las elecciones democráticas podían hacer que ese poder respondiera a las necesidades ciudadanas. Pero hoy, el poder real es otra cosa. Es financiero y económico. Cada vez más los gobiernos se convierten en simples comisarios empleados que obedecen las órdenes de sus superiores. En lugar de gobierno por el pueblo y para el pueblo, nos enfrentamos a algo que bien podríamos llamar una fachada democrática. ¿Que sentido tiene poder elegir líderes políticos si los financistas tienen todo el poder? Aún así, cuando los ciudadanos van a votar por tal o cual candidato, siguen pensando que es todo lo que tienen que hacer. Pero este nuevo poder no es democrático. No escuchan sus votos. En consecuencia, una suerte de podredumbre y corrupción se apoderó de la vida política, una podredumbre que separa la política real y la vida cívica de lo que ya no es política en ningún sentido representativo. Si esta podredumbre sigue avanzando, nos hundiremos cada vez más en el camino que ya hemos transitado una era de capitalismo sin adversarios. En un sentido, este capitalismo incontenido, o neo liberalismo, es autoritario por que no existe ningún contrapoder que pueda resistirlo. La crueldad de las consecuencias que provoca este capitalismo sin adversarios es evidente en América Latina. Millones y millones de habitantes ni siquiera experimentan condiciones de vida decentes, lo cual genera el riesgo de una explosión social. La brecha entre los que tienen y los que no, es cada vez mayor. Y se verá exacerbada aún más por el abismo que se abre entre quienes tienen conocimiento y tecnología en este mundo y aquellos que carecen hasta de la educación y la capacitación mínima para funcionar en la era de la computación. En los tiempos que se avecinan, los ciudadanos tendrán que entender a la sociedad de otra manera. Necesitarán enfrentarse al nuevo poder que los privó de su voz y volver a asegurar que el poder político sea verdaderamente representativo. De lo contrario, todos los que nos damos en llamar ciudadanos no seremos otra cosa, en realidad, que instrumentos dóciles en manos de poderes distantes.
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