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domingo, 16 de noviembre de 2008

Algo referente al origen del nombre del Río Suquía y a la palabra Quisquisacate.

¿Y SI NUNCA SE LLAMÓ “SUQUÍA”?
OSCURO ORÍGEN DEL NOMBRE ESPAÑOL.

Por el Dr. Pedro F. Chanquía Aguirre.

“En el año 1.984 la Legislatura provincial sancionó una ley por la que, al nombre de los ríos de Córdoba, se debía agregar la supuesta denominación que les habrían dado a los mismos los aborígenes de la localidad. Así al Río 1º, se lo comenzó a nombrar como “Río Suquía”.

Esta equívoca denominación nace del Acta de Fundación de la ciudad de Córdova de la nueva Andaluzía hecha por don Gerónimo Luis de Cabrera el 6 de julio de 1.573; fundación que se realizó en el sector donde hoy está barrio Yapeyú; es decir, al otro lado de la margen del río donde ya existía una ciudad “Sanavirón” (Salavinón y Hénen-Camiar) pre-hispánica llamada, Quisquizacate ó Kiskisacate. Este nombre puede provenir de “zona del Cacique Kiski” o de “Lugar trancado” “Lugar de paso cerrado”; para dar una mejor idea de su significado sería como decir hoy: “lugar de cuello de botella”.

El hecho es que, el ejército español que venía bajando desde El Pirú al mando de Cabrera, al encontrarse con este río lo anotaron en primera instancia como Río 1º, por ser el primer curso de agua de importancia encontrado por ellos después de dejar el Río Soconcho (Río Dulce actual). Éste último ahora cambiado por el de Salí.

Días después, al realizarse el establecimiento en el lugar de las tropas del conquistador, éste resuelve imponerle como nombre Río San Juan, según dice el mismo capitán general, por haber llegado el día del santo.

Cuando don Gerónimo manda redactar el Acta de Fundación en presencia de su Escribano Francisco de Torres, deja constancia textual de que al citado río “…los yndios llaman de suquía…”; produciéndose desde ese momento la total confusión y el equívoco de tener por cierto que los Sanavirones denominaban así a su río.

Siguiendo con las imprecisiones del “governador y capitán general y Justicia mayor destas provincias de Tucumán Juríes y diaguitas”, este deja constancia también de que la ciudad se funda “…en el sitio más conveniente…y en tieRas valdías donde Ellos no tienen ny an tenido Aprovechamiento”.

Poco tardó en comprobarse que el sitio más conveniente no era el indicado, sino hacia la otra margen del río, sobre la misma aldea india. Ocurrió que el capitán español había elegido el lugar de fundación sobre unas lomas, por lo tanto en un nivel bastante más alto que el del río; los españoles comenzaron a darse cuenta de que no podían hacer canales para que fluyera agua cuesta arriba hasta donde estaban sitiados. En contraposición, los indios sí podían usar el riego porque estaban en tierras más bajas. Luego de transcurrido casi un año de estadía, don Gerónimo que no le hallaba solución al problema, dispuso trasladar el fuerte hacia la otra orilla, zona baja, donde Salavinones y Henias-Kamiares tenían sus casas dispersas entre huertas sembradas con zapallo, maíz, poroto, algodón, quínoa, ají, etc. y con pequeñas acequias de riego funcionando.

“Al momento de la conquista, Sanavirones y Comechingones se encontraban instalados en pequeñas aldeas agrícolas, con buen acceso a agua y otros recursos.” (Lo dicen entre otros: Josefina Piana – Dominación Colonial Temprana, 1.992.- Andrés Laguens, 1.995.- González Navarro, 2.002)

Para superar este gran problema, Gerónimo Luís de Cabrera había planeado cuidadosamente un ataque sobre la aldea india para despojarlos de todas sus pertenencias, pero el gran Capitán no pudo llevarlo a cabo debido a la llegada del Veedor Gonzalo Abreu de Figueroa.

La verdad es que existían rencillas domésticas entre los que se disputaban el poder y las riquezas y por eso el Veedor había denunciado “al fundador” ante el Virrey. No solamente la desobediencia al mismo sino, la querella judicial que se le seguía por maltrato a los indios en Quilino, lugar donde don Gerónimo se había auto-otorgado una gran encomienda aprovechando la mano de obra forzada para su beneficio personal. Tenía más de 200 indios trabajando “de sol a sol” en su estancia. Sumado a eso estaba la escasa aptitud del lugar de fundación como asentamiento de producción (condición sine qua non para fundar una ciudad, según indicaciones precisas de la corona).

A todo esto, Cabrera, que se encontraba más al sur recorriendo el Río 3º con parte de su ejército, decide regresar para aprestarse a la invasión, pero ya de regreso descubre otra situación muy distinta a cuando se fue. En el fuerte levantado ya casi no quedaba gente, algunos habían muerto en lucha con los lugareños y otros habían decidido regresar; dicen las crónicas que sólo quedaban 14 personas. Ésta era la situación que hubo de encontrar el Veedor Gonzalo de Abreu, quien de inmediato dispuso el relevo y detención “del fundador”. Luego del arresto se procedió a su juzgamiento en juicio sumario, concluyéndose con la sentencia a muerte del desobediente. Se decía antiguamente que fue muerto a garrotazos como se hacía con los indios; pero, en tiempos más cercanos sobre todo historiadores cordobeses, sostienen que fue por decapitación con espada como correspondería a un hidalgo.

En eso habría llegado Lorenzo Suárez de Figueroa con una caravana de gente que, al integrarse, reconstituye la ciudadela. Éste es designado entonces nuevo Teniente Gobernador, siendo a la postre, quien ejecuta la orden de ataque sobre la aldea india, trasladando posteriormente el fuerte hasta la zona aledaña de la hoy Plaza San Martín. Según la historia conocida, el ataque se produjo recién cuatro años después de la fundación.

Una vez en el nuevo emplazamiento y como es lógico suponer, al existir ya una ciudad Quisquizacate, la estructura económica de la nueva Córdova partió aprovechando las técnicas ya aplicadas por los Sanavirones y sus chakras pasaron a propiedad de algunos españoles, entre ellos la familia de Cabrera.

Volviendo al Acta de Fundación, dice el invasor que en el término de tres leguas hay dos ríos caudales y que “El uno alcanza a entrar en el Río de la Plata…” . ¿A qué ríos se refiere, esos que estarían en el término de tres leguas?

¿ Al 1º y La Cañada? ¿Al 1º y el 2º; al 1º y el 3º; al 1º y el río Dulce ???

Como podemos observar, la cantidad de desaciertos, vicios y errores -los mencionados y otros que también pueden encontrarse en el Acta- privan de absoluta veracidad a la misma.

Comenzando por el hecho de que, según el propio escrito fundacional, el acto se realizaba “en el asiento que en la lengua de estos indios se llamaba quisquizacate”; mas, pese a estar dentro de la ciudad india, los naturales no podían asentir ni contradecir lo que se estaba fraguando porque sencillamente ni participaban, ni entendían palabra alguna. Aunque don Gerónimo pretenda dejar constancia de que en el acto de fundación no hubo alguien que lo contradijera; ni siquiera los indios.

Es de entender que Cabrera se refiere a los indios alto-peruanos bajo el régimen del yanaconazgo que él traía incorporados a su ejército y no, a los Salavinón ni a los “Comechingones”. Aquellos indios quechua-parlantes, en su gran mayoría provenientes del altiplano, fueron incorporados a las filas españolas para servicio del invasor y eran parte del ejército del Rey Felipe II, destinados a realizar acciones específicas facilitando los desplazamientos y el resguardo del núcleo principal (Real Cédula del 26 de octubre de 1.541). La propia Acta de Fundación dice “…los naturales que están en el ejército de su majestad). Por este motivo va de suyo que, ni los soldados ni los indios, podían discutir las órdenes de su capitán, ni les incumbía a los yanaconas lo que aquel dispusiese para estas tierras. En el libro: Programa de Filología Hispánica – 1.959, su autor Marcos Moringio expresa “…Córdoba que se fundó en 1.573 se sabe que se establecieron en ella 50 vecinos españoles llegados del Perú y más de seis mil indios”.

En general los historiadores coinciden en que venían unos 100 españoles y alrededor de 600 a 1.000 indios del alto-perú y de la zona de Santiago del Estero. Más adelante los conquistadores trajeron nuevos contingentes aborígenes de esas zonas y también Diaguitas, todos de lengua Quechua; ya pura, ya dialectizada.

El abuelo paterno de quien suscribe, natural de Ischilín provincia de Córdoba (asentamiento español originado a partir de una encomienda indígena otorgada a Miguel de Ardiles, camarada y compañero fundacional de Cabrera), solía contar que su padre recibió de sus ancestros y, éstos a su vez de los suyos, la siguiente versión histórica acerca del nombre del río 1º. (Mucho más creíble por cierto que la oficial).

Sucedió que inmediatamente después de hecha la fundación por Cabrera, su gente comenzó a darse cuenta de los gruesos errores cometidos por el Capitán. Desde el Perú se envió a un Veedor para que informase de la situación. Así es como éste procedió a denunciar al fundador debido a su desobediencia al Virrey y a la suma de errores cometidos. Cabrera creyó que la laguna Ansenuza era una bahía de “la Mar del Nord” y que por el Río 1º se podía salir navegando al Océano Atlántico, elaborando sus informes de este modo. Calculaba encontrar una fabulosa ciudad de los césares (según él llamada Linlín) y, apartándose de las órdenes recibidas del Virrey Francisco de Toledo, fundó su Córdova fuera de la jurisdicción que se le había asignado.

Luego de ser ajusticiado en 1.574, entre la tropa corrió la mofa de los desaciertos, como también de la ocurrencia del nombre “de Suquía”; sencillamente porque los aborígenes no llamaban así al río, y porque los atropellos y violaciones a las indias eran moneda corriente, aunque el Capitán General pareció nunca haberse dado cuenta.

La historia oculta dice que, una vez que hubieron acampado los recién llegados, lo primero que hicieron fue tratar de ganar la confianza de los naturales que se acercaban cautelosamente, entre curiosos y sorprendidos.

Se trataba de indios bastante pacíficos, pícaros, de buena talla, barbados y de rasgos físicos no muy distinto al español; características éstas que sorprendieron a Cabrera acostumbrado a ver gente lampiña, corta de estatura, del tipo racial kolla.

De esta forma los recién llegados lograron entablar relaciones aparentemente amistosas tendientes a favorecer incipientes comunicaciones con los locales. Esto era de imperiosa necesidad para los españoles que necesitaban aprovisionarse de alimentos, mostrando un marcado interés por saber donde estaban las parcelas de siembra y de donde tomaban el agua para los regadíos.

La ciudad Quisquizacate con sus chakras se encontraba emplazada del otro lado, en la margen derecha del río no muy cerca de la ribera, en el espacio comprendido entre el hoy Paseo Sobremonte hasta los alrededores del actual Cabildo.

Esa pretendida amistad comenzó a deteriorarse cuando los soldados tomaron por la fuerza a unas jovencitas ultrajándolas y abusando de ellas a la orillas del río de marras.

Cuando el hecho llegó a conocimiento de uno de caciques (una historia oral cuenta que se trataría del Cacique Cantacara), éste fue con su gente a quejarse al capitán español. Impedida la comitiva en su avance por la guardia y al escuchar sus reproches, seguidamente se habría apersonado el capitán Cabrera con escolta y un par de indios lenguaraces quechua-parlantes.

El caso es que los representantes del pueblo Salavino (sanavirón) le reprochaban muy ofendidos que, allí, a orillas del río, los soldados habían violado a unas jovencitas que les traían unos comestibles de regalo. Y se esforzaban en dar a entender que a uno de los soldados individualizados le llamaban de Suquía; según denuncia de las ofendidas.

El hecho es que no se sabe si don Gerónimo entendió mal, o lo hizo como a él más le convenía, porque mandó tomar nota diciendo que los indios del lugar vinieron a manifestar que al río le llamaban “de Suquía”. Esto luego fue escrito en el acta de fundación.

No obstante ello, sugestivamente al día siguiente dictó un Auto ordenando la construcción de un ciudadela “…para que los indios de la comarca no sean vejados ni molestados e se estén en sus casas e asientos sin desparcir a causa del temor que podrían recibir de ver tanta gente española en sus pueblos, …y se procure predicarles el Santo Evangelio e atraerlos a la fe…”.

Teniendo presente las grandes dificultades de tener distintas culturas e idiomas, lo llamativo es que ningún español, ni el escribano Francisco de Torres, ni el capellán del ejército clérigo Francisco Pérez de Herrera, parecieron advertir que los “Sanavirones” no conocían la preposición castellana “de”; como asimismo el hecho de que “Suquía” era una denominación idéntica al apellido vasco Suquía. O al apellido de uno de los soldados que habrían participado del delito sexual.

Actualmente para nadie es un secreto que el apellido Suquía existe en España y por supuesto en el país Vasco. Al sólo ejemplo vale mencionar que, quien fuera Cardenal Arzobispo de Madrid, don Ángel Suquía Goicoechea, fue presidente de la Conferencia Episcopal ente 1.987 y 1.993.

Este cura, natural de Guipúzcoa, falleció en San Sebastián (País Vasco) en julio de 2.006 a la edad de 89 años.

Según lo que ha podido conocerse hasta la fecha, acerca del idioma sanavirón y el quechua, no existe palabra alguna que coincida con “ de Suquía”.

Aparte de ello, no queda claro cómo hicieron los españoles para hablar con los nativos y entender que éstos le decían que el río se llamaba “de Suquía”, puesto que ninguno conocía el idioma del otro. Los españoles traían un grupo de lenguaraces del norte que hablaba el kichua, pero no lengua sanavirona ni comechingona. Asimismo no hay constancias de que los sanavirones hayan dominado ese idioma peruano. El conocido historiador tucumano Lizondo Borda dice que las tropas españolas (al mando de Diego de Rojas, Gutiérrez y Heredia), en todo el tramo que va desde la falda del Aconquija hasta el Paraná y luego en el viaje de regreso hasta Tocaima (hoy Río Hondo) no encontraron indios que hablaran kichua. Tampoco mencionan esta lengua cronistas como González Prado y otros.

El kichua se hablaba en la zona del Pirú y bien al noroeste del hoy territorio argentino.
Sotelo de Narváez en su Relación de las Provincias del Tucumánde 1.582 dice que: “Además del Diaguita -que era la lengua general- se hablaban otras cuatro, como el Tonocoté, la Indamás, la Sanavirona y la Comechingona.” “Que Salavina es voz de ascendencia Sanavirona”.

Dice asimismo en la Probanza de Méritos y Servicios de Nicolás Garnica, fundador de Santiago del Estero con Francisco de Aguirre que: Los indios Salavinos, son sin duda, parcialidad de los Sanavirones y, por consecuencia, hablaban la misma lengua.

La verdadera denominación de los “Sanavirones” no era tal; si no, Salavinos o Salavirón y ocupaban zonas desde el Río Soconcho hasta Río III, concentrándose mayormente en los hoy departamentos Río 1º, Sobremonte y Río Seco. Se ubicaron al este de los indios Camiar, llamados por los españoles “Comechingones”.

Entonces, nuevamente aparece el interrogante, ¿en qué idioma se comunicó don Gerónimo para entender que los indios llamaban al río con el nombre de “de suquía”?

Y para el caso de que hayan podido entenderse ni bien llegados, vale la aclaración de Rumi Ñawi (1.992a:2), quien citando a Nardi señala: “algunos sacerdotes, luego de aprender esta lengua, manifestaron que los intérpretes les habían engañado diciendo mentiras y unas cosas por otras”.
Hasta la fecha no ha surgido indicio alguno sobre la existencia de esta palabra vasca en lengua Sanavirona. A menos claro está, que apelemos a la ocurrencia de armarla extrayendo letra por letra de otras palabras conocidas buscando no sólo en el sanavirón, sino en el quechua y en el kakán.

Según parece, más de doscientos años después de fundada Córdoba, habría aparecido en el departamento Rió 1º un cacique llamado Suquía; nombre que le fuera impuesto por la conquista evangelizadora. Asimismo también hubo otros indios llamados Villarreal, Aguirre, Heredia, Mariano Rosas, Baigorrita, etc. Realmente resultan excepcionales y escasísimos los nombres indios que lograron salvarse del reemplazo forzoso. Pero todo eso fue posterior y por el cambio de apelativos autóctonos por otros de origen hispánico.

El auténtico nombre del Río 1º seguramente permanecerá en oculto entre las tinieblas. Pero, no existe fundamento alguno para tomar como verdadero lo que menciona el Acta fundacional por falta de respaldo que así lo acredite.

En efecto, no existe otra documentación, ni crónica de la época que indique la existencia de tal nombre; sólo la manifestación unilateral de Cabrera, sin posibilidad alguna de contradicción por parte de otro.

Si se hubiese dicho que al arroyo de La Cañada los indios le llamaban: “de Herrera”, le habríamos creído igual?

¿Seremos tan incongruentes los cordobeses de sostener que los indios, antes de la llegada de los conquistadores, ya le habían puesto al río un nombre español??

¿Habrá sido en señal de bienvenida???

Respecto del tema puede consultarse también:

“El Origen del nombre Suquía” – de Carlos Paulí Álvarez – Ediciones del Copista. Córdoba 2.005.-

Ulises D`Andrea, ex profesor de Prehistoria y Antropología de la Universidad Nacional de Río IV e investigador de historia de los aborígenes de Córdoba, sostiene el origen apócrifo de las supuestas denominaciones indias para los ríos de Córdoba.

Acta de fundación de Córdoba.”

Dr. Pedro Fernando Chanquía, abogado del foro local, M.P. 1-30463.

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente texto!!!! Muy interesante!!!